Desde el 2008, la presencia de Patrick Modiano en lengua española ha cobrado, recobrado es la palabra, las grandes dimensiones que merecía. Llegué a sus libros por azar, en francés, hurgando estantes en una bouquinerie que está a dos calles de mi casa. El primer libro que leí fue Boulevards de la ceinture, y a éste inmediatamente siguieron La Place de L’Etoile, La ronde de la nuit, Villa Triste, Dora Bruder, Livret de famille, y otras más. Cada vez que preguntaba por él, nadie parecía sorprenderse. Sí, un buen escritor, ¿y?, es lo que me decían. Era evidente que no compartían mi entusiasmo. Algunos pocos, con la intención de parecer amables conmigo, me contaban que Modiano rara vez es entrevistado en televisión porque no hay modo que cierre una idea. Su elocuencia en público es imposible para sus entrevistadores. Todo esto muy lejos de su prosa clara, perfectamente construida y por demás atrayente.

De sus novelas la crítica siempre ha destacado el tema del mundo judío de la Francia de fines de la Segunda Guerra, el que narrara de un mundo que Modiano no vivió –como si fuera estrictamente necesario-. Sin embargo, creo que han dejado de lado mencionar que sus personajes siempre buscan reconstruir el mundo de algún personaje perdido por una suerte de insatisfacción de su presente. En muchas de sus novelas, los protagonistas de pronto abandonan lo poco que poseen para internarse del todo en una pesquisa desde el principio condenada al fracaso.

Una impresión que tengo, quizás bastante arbitraria, proviene después de leer Un pedigree. En este libro Modiano nos habla de su padre, de su madre y de su hermano Rudy, muerto cuando niño. Busqué entre sus primeras novelas y descubrí que varias fueron dedicadas a este hermano desaparecido. Pensé -quise pensar- que lo que Modiano hacía, puede que inconscientemente, era construirle una historia a su hermano. Pero no una historia hacia adelante, un posible futuro, sino proponerle un nuevo pasado, en el que el absurdo de las desapariciones, bajo el contexto de la guerra, le proporcionaban una lógica distinta, un sustento para ir en constante marcha atrás. (Febrero, 2009)

Modiano, encore

Terminé la lectura de Un cirque passe de Patrick Modiano. Poco antes de leerla, pues la encontré sin querer debajo de una pila de libros en una librería de libros de viejo, acababa de ver el fragmento a una entrevista que le hacen por televisión. Ya sabía de su particular forma de hablar. Todos a quienes les hablo de él me dicen lo mismo. Todos reparan en que le es prácticamente imposible pronunciar una frase completa. Es como si arrepintiera de lo que está por decir o como si nunca estuviera satisfecho por cómo va expresar lo que tiene en mente. Pues bien, en esa entrevista se refirió a la mujer y el misterio. Dijo –o intentó decir- que alguna vez encontró la frase de un escritor que lo había afectado tremendamente. Esta frase era: “Ella era misteriosa como todo el mundo”. Creo, en efecto, que esta frase ha perseguido a Modiano por mucho tiempo. En muchas de sus novelas, como en Un cirque passe, el protagonista de pronto encuentra una mujer de la que no tiene mayor noticia. Es más, rara vez de entera de su verdadero nombre. Y él es consciente de este misterio intrínseco en ella, pero también de lo que hay alrededor de ella. Da la impresión que todos se cuidaran de no revelarle lo que verdaderamente está pasando en este mundo. De allí la insatisfacción de sus protagonistas, de allí su búsqueda constante.

Y sé que las otras novelas que aún no he leído de Modiano van por ese camino; pero es la mejor manera de encontrar personajes misteriosos como todo el mundo. (Agosto, 2009)

El hermano Rudy

Los que conozcan algunos de mis libros, sobre todo mi novela Que la tierra, sabrán que el tema de los hermanos, las suplantaciones y correspondencias entre ellos, me atrae enormemente. Y me ha interesado también aproximarme a la literatura de autores con pasiones -o fantasmas- semejantes. Puedo decir que, de alguna manera, y al margen de las calidades, me gusta sumarme a tan disfuncional familia literaria.

Muchos saben también mi interés por las novelas del francés Patrick Modiano. Las razones de mi fascinación por este autor las he planteado en más de un post, y no pretendo repetirme. Hoy no. Pero si traigo a colación a Modiano es porque acabo de leer algo que me ha maravillado. Está en librerías un estudio, bastante flojo en su conjunto, a decir verdad, sobre la vida de Modiano y sus vínculos directos con sus novelas. No obstante su primer capítulo me atrapó porque habla del hermano de Modiano, Rudy, muerto siendo un niño, y cuya desaparición marcó la obra literaria de éste, al punto que, descubre el investigador, casi de un modo policial, Patrick Modiano colocaba en las solapas de sus libros y en entrevistas la fecha de su nacimiento de su hermano, dos años menor, y que sus personajes, tan autobiográficos según la crítica, en realidad son un homenaje perpetuo a Rudy y que los protagonistas son, en verdad, la historia, las historias, no vividas de este hermano.

Ya en sus historias hay muchas referencias a suplantaciones, como las de su protagonista en varias de sus novelas, que falsificaba dedicatorias de escritores famosos, para luego ser vendidos estos libros a precios increíbles. Ahora tengo, por tanto, una razón más para admirar a este autor, y leerlo desde otro ángulo, desde otros espejos. (Febrero, 2011)